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El centro funcionaba bien: instalaciones modernas y cuidadas, una cantina con una buena variedad de platos, personal atento y formado,... Y, de repente, alguien decide que el personal de recepción sobra, y que el personal que atiende la cantina y que te sirve un refresco sea el mismo que te informa sobre los cursos de escalada, te vende las entradas o te alquila los pies de gato. ¿Resultado? Unas colas importantes en hora punta para entrar al centro, y un servicio que empeora. La avaricia rompe el saco.